Entrevista y fotos: Vanda Ianowski

En la comunidad Kilampá (Córdoba), Indi me dijo, “tenés que conocer a Olga”, sólo eso, y el teléfono de contacto. Fuimos comunicándonos por whatsapp, arreglando fechas para mi llegada. Quién sería esa Olga, me preguntaba. Cuando la conocí entendí la recomendación. Olga Lubel, una mujer que, según sus propias palabras, eligió exiliarse de su modelo familiar, y hacerse agricultora. Junto con su compañero de toda la vida, Ian, crearon hace 27 años “La huella”, una finca agroecológica que alberga ahora a sus hijos, nueras y nietxs. Esfuerzo, compromiso y coherencia, una intensa enseñanza. Entre sus muchas y diversas tareas Olga se hizo un tiempo para compartirnos su palabra.
PARTE I: EL LUGAR NOS ELIGIÓ A NOSOTROS
Para comenzar, me gustaría que nos contaras dónde se ubica Finca “La Huella”, y qué hacen aquí...
Finca “La Huella” tiene 33 hecáreas, está en el pueblo de Vaqueros, que es un pueblo a 15 km al norte de la capital de Salta, dentro de un bioma que son las yungas. Estamos a 1200 metros sobre el nivel del mar y hay una precipitación de aproximadamente 1200 mm anuales, con lluvias estivales, típico de yungas. Al ser tan benigno, este espacio es el lugar donde naturalmente crece la capital de Salta.
Vivimos aquí desde hace 27 años… y desde esa época no entra un agrotóxico, todo lo que nosotros hacemos es un manejo agroecológico.
¿Y cómo llegaron a la Finca?
La historia de cómo llegamos a este lugar tiene que ver con ese sentimiento, que tampoco lo tuvimos claro en el momento…. pero que retrospectivamente nos dimos cuenta de que el lugar también nos eligió a nosotros, además de nosotros elegir el espacio ¿no? Veníamos buscando algún lugar donde vivir, cpmo buscan un montón, sin demasiado dinero, sin nada de dinero más bien. Habíamos sido caseros en una casa acá en Salta durante 4 años. Caseros significa ser servicio doméstico para mí, y mi compañero, Ian, había conseguido un trabajo. Una compañera del trabajo le dice que hay una finca en venta y, la verdad, que como ese lugar donde vivíamos sólo nos dejaban ocupar una habitación, tratábamos de salir. Era acá en este mismo pueblo. Entonces, salimos con nuestro hijo más grande, que era chiquito, vinimos a ver el lugar, nos gustó, pero nada de “guau, este es el lugar de mi vida”, era un lugar. Averiguamos con un señor pero un poco porque era feriado y no teníamos nada para hacer… y este señor nos dice quién era la dueña del lugar. El lunes siguiente mi marido fue a hablar con la señora, que pidió una suma extraordinaria que ni siquiera teníamos, por supuesto, y él le dijo: “bueno, voy a hablar con mi gente”. Ella, como mi marido es rubio, se imaginó no sé qué cosa... “mi gente” no sé quiénes serían (risas)… y le dijo que se lo iban a vender a él. Se lo vendió a un cuarto del precio que le había dicho y ese cuarto tampoco lo teníamos, le dimos un poco y todo le pareció bien…

PARTE II: NUESTROS PILARES SON PRODUCIR, EDUCAR Y CONSERVAR.
¿Cuáles son los principios que ustedes tienen en el trabajo en la Finca?
Después de un par de años de estar acá nos dimos cuenta de que queríamos que este lugar estuviera asentado sobre tres pilares: producir, educar y conservar. Entonces, cada uno de nuestros días tratamos de que se lleven adelante tareas que puedan alimentar esos tres pilares. Tenemos un tambo caprino, donde hay cabras Anglo Nubian y Saanen, hacemos ganadería regenerativa, que quiere decir que nosotros cultivamos para nuestros propios animales. Eso genera una captura de carbono que hace que la actividad ganadera no colabore con el calentamiento global o el cambio climático. Plantamos especies fijadoras de nitrógeno, después hacemos agricultura extensiva, tenemos cereales: hacemos trigo, centeno, hacemos chacra, es decir, maíz, zapallo. Tenemos un cultivo de mediana extensión de yacón, que es un cultivo nativo. Tenemos una laguna donde criamos peces y aves acuáticas. Hicimos una forestación con eucaliptus de este bosque que lo tenemos hace 18, 19 años, que nos da un ingreso económico y que también nos permite lo que se llama productos forestales, no madereros. Por ejemplo, aceite esencial de eucaliptus, tintura con las hojas, vendemos esos palos. Y abajo de ese bosque está volviendo el monte nativo, entendiendo que las acciones de remediación no son acciones de corto plazo, son de mediano y de largo plazo. También tenemos un área núcleo, que es un área donde no hay acción de nuestra parte, sino solamente hacemos control de sereno cada vez que nuestra energía y nuestro dinero nos lo permite, que es una especie invasiva, bastante agresiva. En general tratamos de amigarnos con todas las especies, no somos muy puristas en ese sentido, porque entendemos que es un multiverso en que el ahora estamos inmersos todos y que requiere paciencia y no tanto purismo, pero esta especie en particular es muy agresiva con el monte. Después tenemos huerta donde producimos verduras de hoja, productos de estación, hacemos algunas aromáticas para hacer aceites esenciales. Tenemos una plantación de frutales y hacemos apicultura. También hacemos educación con una idea que surgió hace un poquito más de 10 años, que se llama La Granjuela. Tiene dos aspectos: niños que vienen una vez por semana de manera regular y algunos hace muchos años, y otros que vienen una vez a la granja, en el marco de la currícula escolar.
La conservación estaría dada por nuestra adhesión al SiPAP, que es el Sistema Provincial de Áreas Protegidas. Desde el año 2017 nosotros decidimos postular, por decirlo de alguna manera, que no significa ningún apoyo del estado ni tutela alguna, sino más bien que quede claro que nosotros queremos hacer lo que estamos haciendo y queremos que nos dejen seguir haciendo lo que estamos haciendo.
La urbanización de Vaqueros fue una de las más grandes de Argentina en los últimos 5 años, este pueblo fue uno de los que más creció, entre otras cosas producto de la falta de regulación. Entonces, bueno, cuando uno conserva puede pensar la conservación como una estrategia que se llaman parches de conservación, en donde en determinado bioma hay alguna suerte de organización social que permite que esta conservación se de a través de un mosaico de parches que garanticen corredores de conservación por donde la vida silvestre pueda seguir su vida.
El pueblo de Vaqueros está asentado sobre una única finca inicial de la época de la colonia, acá no hay tierras fiscales, entonces todo está librado a la voluntad de quienes han comprado en determinados momentos, y está visto que nadie tiene la voluntad de conservar. Entonces, nosotros recibimos mucha presión para vender, incluso amenazas de desalojo, diciendo que estábamos frenando el crecimiento urbano de Vaqueros, cosa que hacíamos a conciencia y a voluntad plena. En un momento resultó bastante difícil vivir con esa presión, que se traducía en aumento constantes de impuestos, que era una manera solapada de decir: “bueno, ustedes si quieren se quedan, pero cada vez los impuestos aumentan más”. Entonces, nosotros, a través de un amigo, nos enteramos del Sistema Provincial de Áreas Protegidas (SiPAP), que vela por reservas provinciales y está la figura de reservas privadas. Accedimos, dentro de lo que es la ley de Ambiente de la provincia de Salta, a los requerimientos para adherir al SiPAP. Cinco años tardamos. Se nos pidió plan de manejo, un montón de cosas, incluso inversiones, porque había que hacer todo un relevamiento técnico que nosotros no teníamos hecho. Pero, bueno, decidimos, entre todos, hacerlo, y realmente creo que el mérito es de mis hijos más que nuestro ¿no? Porque, cuando uno tiene una reserva, queda inmovilizado el catastro, nosotros ahora, aunque quisiéramos, no podríamos vender. Y eso es realmente lo que queremos que suceda. Y ahora, para nosotros, la plenitud es que nuestros hijos dicen lo mismo. Esto significa que no hay especulación ninguna sobre esta tierra, sino, bueno, conservar. Y hay solamente dos reservas de uso múltiples, por eso también tardó tanto la aprobación, porque nosotros reivindicamos que se puede conservar y producir en el mismo lugar. Porque todos sabemos que hay una corriente del conservacionismo que dice que los ecosistemas deben permanecer prístinos, sin personas, que eso garantiza la conservación, y eso es desconocer lo que es la coevolución. Y nosotros sentimos que formamos parte de la coevolución, y queremos colaborar con esa coevolución que nos garantice la vida hacia el futuro, hacia nosotros y hacia los que vienen, Entonces tenemos que producir alimentos y conservar el monte. Y eso es lo que hacemos.

PARTE III: PROPUESTA EDUCATIVA LA GRANJUELA
¿Cuál es la propuesta de La Granjuela?
Nosotros entendemos la educación como un proceso integral en donde las personas nos incorporamos a un continuum de conocimientos que nos habilitan para vivir. Desde este punto de vista, cualquier conocimiento pertinente es un conocimiento que merece ser aprendido y merece ser pasado. Hablamos de una educación situada en tiempo y espacio.
La Granjuela surgió a partir de las visitas de las escuelas que venían acá, y en donde yo, siendo agricultora, me daba cuenta de que hablar a un montón de niños desconocidos era como sembrar al voleo, como cuando uno va a un lugar y siembra al voleo, y a veces uno en ese acto de siembra ve una semilla caer y se da cuenta de que esa semilla tiene condiciones iniciales más prósperas que otras. Y me di cuenta de que cuando hablaba frente a niños y niñas desconocidos, algunos me miraban con cara de “yo te estoy escuchando lo que me estás diciendo”. Y yo pensaba ¿cómo sigo con estos niños? ¿qué les ofrezco? ¿qué viene después de hoy? Entonces, empecé a pensar en convocarlos para continuar con este diálogo, y empecé a convocar niños con carteles en el pueblo. Hubo, al principio, una convocatoria muy interesante. Después me di cuenta de que esa misma convocatoria, si bien tenía un paradigma y mis ideas respecto a la educación, se tenía que transformar en un programa o en una cuestión con determinada coherencia de encuentro en encuentro, y eso me fue exigiendo autoformarme.
Hay determinadas cosas que reivindico, que es educar al aire libre, es decir, estar sometidos, y esta es una palabra que la digo a propósito, sometidos al tiempo, sometidos al espacio. Hace que nuestros cuerpos se den cuenta de que aprenden en un contexto, no hay posibilidad de aislarse del contexto para aprender, entonces a veces prendemos un fuego para poder seguir escuchando, y a veces nos tenemos que cubrir de la lluvia, y eso mismo hace que nosotros podamos reflexionar sobre lo que pasa. Es decir, la agroecología reflexiona poco y enseña poco sobre las nubes, no puede ser que estemos siempre mirando para abajo. Y todo eso me lo permitió estar en contacto con los niños al aire libre. Entonces, creo que tenemos que salir de las normas de los edificios, entiendo que gran cantidad de niños y niñas, se educan en un contexto urbano, pero hay otros que no, y lo que hacemos es meterlos adentro de un edificio, ¿por qué?

Tenemos que poder reivindicar lo que en un momento fue el concepto de educación permanente, es decir, el primero que se educa es quien educa, y debe transmitir ese entusiasmo por el aprender, por el saber, por modificarse y modificar hacia un mundo posible. Y eso tratamos de que se plasme en los libros de actas después de cada clase, no sólo en el contenido, sino en la forma. Como siempre, estas propuestas se plantean y se enfrentan con la sustentabilidad económica que tienen ¿no? Entonces, cómo hacer para que estas cosas salgan y también salgan de la frontera de La Granjuela. Porque entiendo que hay fronteras no sólo simbólicas… nosotros a veces sentimos que podemos problematizar la educación porque tenemos nuestro hambre resuelto. Entonces, ¿qué hacemos con aquellos sectores sociales en los que la educación está vinculada a la supervivencia? no podemos desmerecer ni ignorar esas personas, ¿entonces cómo hacemos para que este tipo de propuestas alternativas lleguen a todos los niños, a todas las niñas? A la mayor cantidad que podamos... En un sentido emancipador más que revolucionario ¿no? Primero nos emancipamos y luego lo colectivo ve cómo sigue el proceso. Pero primero necesitamos que haya sujetos emancipados de una educación hegemónica que continúa este mundo que sabemos que es insostenible. Entonces, ¿qué vamos a hacer? Ya es tarde... ya es tarde, pero aún así queda tiempo. Entonces, esta urgencia la tenemos que trasladar en currículas pertinentes, serias. Esto también lo quiero decir, porque a veces los proyectos educativos alternativos tienen esto, lo digo y me hago cargo de mis palabras personales, tienen cierta cuota de romanticismo, importantísima, de indulgencia, de poca preparación teórica y, de alguna manera, creo que están imbuidas de una percepción inconsciente de un posible fracaso. Entonces, como en el fondo sabemos que esto no va a durar, hacemos un poquito lo que podemos.

Tenemos que educar convencidos de que esta es la educación del mundo que viene. Y eso significa un trabajo diario serio. Podemos, debemos, encontrar métodos que podamos pasar, y para eso necesitamos cierta disciplina de investigación, participación, que muchos de los que estamos acá, en estos caminos, estamos bastante solos. Entonces, ¿cómo hacemos para homologar estas experiencias, para que constituyan una masa crítica de conocimiento? Porque tenemos que apuntar hacia ahí ¿no? Porque si no no dejan de ser eventos aislados, anecdóticos, casos, un zoológico de educaciones posibles.
Nosotros, de alguna manera, creo que nos debemos permear… y eso significa permanecer en los territorios y amigarse con los niños de los territorios, los adultos no necesariamente nos van a querer, pero los niños están ahí, deseosos de aprender, y deseosos de comer, de comer comida y de comer conocimiento.
Creo que una pedagogía que pueda imbricar las herramientas de mano con los libros es una pedagogía que es emancipadora, y tiene que ser local, por eso decía situada. Tiene que estar calendarizada, una educación que no esté calendarizada es una educación que no puede sustentarse porque desconoce el tiempo y desconoce los ritmos. Y entonces, bueno, abrevar en las distintas escuelas. Pero estos niños también son hijos del siglo XXI, no son los hijos de Vigotsky. Aún las pedagogías más alternativas, en las que nosotros y nosotras hemos aprendido, están caducas en muchas cosas: no son los hijos de la fábrica, no son los hijos del industrialismo. Entonces, tenemos que ver qué soportes usamos para enseñar, qué cuerpos educamos, para qué. Es decir, no podemos hacer educación física ya, porque eso es un concepto de la recreación vinculado al tiempo libre, vinculado a un conocimiento y una vida burguesa, Entonces creo que, bueno, todo esto es lo que tratamos de hacer, ¿no?

PARTE IV: ORGANIZACIÓN
¿Cómo toman las decisiones en la finca?
Los primeros años las decisiones las tomábamos nosotros como pareja iniciadora de este lugar. Con conversaciones y también con espacios de desarrollo personal, digamos, con cosas que quiso hacer cada uno de nosotros sobre lo que no le consultó muchísimo al otro. Por ejemplo, La Granjuela yo no sé si fue muy consultada, fue comentada que no es exactamente lo mismo. Y luego, hace muchos años que establecimos las meriendas de los martes, en las que merendábamos, en un primer momento, nosotros con los chicos. Luego los voluntarios también, que fue una presencia muy importante de identidad nutricia de este espacio, donde, si bien la decisión final siguió siendo nuestra, estaba alimentada por los comentarios de quiénes vivían acá. Llegó a haber voluntarios que estuvieron dos años, entonces esas personas tenían voz.
El impulso fundacional es fantástico y hay una adrenalina indiscutible, el tema es la meseta de los años, del diario vivir, de mantener. Esa es la parte más dura. Porque, incluso vivir la decadencia y vivir el fin, también concluye algo, aún con tristeza o con enojo, finalmente que algo termine libera, porque entonces hay lugar para otra cosa. Pero el mantener, que a veces es sin demasiado éxito, sin demasiado rumbo, es muy desafiante. Y en este momento, las decisiones las tomamos entre todos los adultos de esta familia, que somos este padre y madre, estos hijos y estas nueras. Y aprendimos también a tener cierta paciencia dentro de la urgencia general que sentimos ¿no? A darnos cuenta de que los procesos son re largos.
Nosotros tratamos de tomar las decisiones a través de la circulación de la palabra, no siempre sale todo tan bien y terminamos todos tan conformes. Nunca votamos, sino que el disenso es expresado y a veces la persona que no está de acuerdo explica por qué no lo está. Pero hemos acordado de manera tácita que el desacuerdo no significa quite de colaboración ¿no? También la finca está viva, entonces desde hace un par de años estamos en un recorrido intergeneracional, que todos nos vamos dando cuenta y cada uno de los individuos lo va tomando a su manera. Y nos encontramos en este momento aprendiendo a reconocernos en cómo hacemos para vivir este momento, del cual no tenemos memoria. Entonces hay que ir construyendo y esto significa a veces enojos, por supuesto. Creo que habría que hacer algún acompañamiento, esto que hablaba en algún momento, de la sistematización de las experiencias. También muchas veces he pensado en un equipo que acompañe a los procesos intergeneracionales del neocampesinado, porque es algo muy específico que a veces con alguien que viene de afuera se nos aclara un montón. Yo fui una exiliada de mi modelo familiar, no sé cómo se hace, y a la vez, cuando construímos una pareja con mi compañero no pensamos esto, imaginate hace 30 años no pensamos cómo vamos a hacer… no sabemos, entonces también nos encontramos entre nosotros dos en estilos que no son iguales siempre. Entonces, ¿cómo hacemos para convivir con eso? Y muchas de las aproximaciones terapéuticas son aproximaciones urbanas, esto es otro mundo, otra cosa, esto de “hay que parar”... el campo no para y no puede parar. Vos tenés que aprender a tomar decisiones en la acción y que no significa febril siempre, significa un movimiento constante y el que no lo puede percibir irrumpe con un discurso de parar que es altamente disrruptivo, y no es que estás alienado por lo cual no podés parar, la vida no para.

¿Cuáles son los principios que los guían?
Y creo que lo que nos anima es la vida con sentido y la gratitud a la vida de que nos haya permitido vivir acá. En algún momento, que yo no sabría cuándo fue, sentimos que también la tierra nos aceptaba… no solamente llegar a un lugar, pasan muchos años hasta que un día, de una manera que vos no podés contar con palabras, sentís que este lugar adonde te despertaste, te acaba de aceptar. Y ahí se genera un pacto, en donde vos te sentís tutelada por este espacio y vos le debés vida. Y eso es lo que te anima cada día, y ese acuerdo es mudo, y nadie gana con eso, es solamente el sentido que tiene estar acá.
¿Cuáles crees que son las potencias del trabajo que hacen en la finca?
Creo que finca La Huella tiene la potencia de poder conjugar la agroecología, en tanto producción a escala, con la educación. Me parece que tenemos que poder profundizar y validar prácticas educativas en contexto agroecológico. Y esto del contexto para mí tiene que ver con un lugar epistemológico, donde las personas van recorriendo su trayectos educativos al compás de la producción agropecuaria. Creo que, de alguna manera, hay un corpus vinculado a la educación, a la formación del neocampesinado, que no debemos perder de vista. Eso mismo trae una debilidad, ¿qué hacemos con aquellas personas que están recorriendo este camino y para los cuales no hay sistemas de homologación de saberes? Entonces, ese trayecto por ahora es inválido y complementa o acompaña los procesos reconocidos como pueden ser la escuela o la formación de grado convencional.
¿Cuáles son las dificultades que tienen?
Respecto de las dificultades, no hay maquinaria en la Argentina para pequeños productores. Eso es un cuello de botella, porque nosotros como sector no estamos reñidos totalmente con la mecanización. No es que queremos hacer todo a mano, sólo que terminamos haciendo todo a mano porque este país prevé incubadoras para mil huevos y luego para 30, que es anecdótico, que no le sirve a nadie. Necesitamos incubadoras para 200 huevos, necesitamos molinos para una tonelada y media, no para 100 kilos ni para 10 toneladas. Entonces, ahí también hay un recorrido tecnológico al que no le debemos perder de vista para la formación de profesionales. Y ahí hay una conversación con la academia, con las carreras técnicas, con las fábricas. Misiones es la única provincia que da cuenta de alguna fabricación e importación de Brasil que sí se enteró, hace ya bastantes años, de que tiene pequeños productores.
Así que me parece que todavía nos queda mucho por hacer, tenemos que estar más comunicados y darnos cuenta de que esto que decimos de sanear el suelo, nosotros mismos somos el suelo de un modelo que viene. Entonces, tenemos que mantenernos sanos y comunicados, como hace el suelo.

PARTE IV: VÍNCULOS Y AGROECOLOGÍA
¿Cómo surge el mercado vaquereño?
Hace 8 años empezamos el mercado vaquereño. Habíamos tenido 6 meses de reuniones semanales entre un grupito muy reducido de personas y el intendente, porque entendíamos que era importante que la legitimidad, incluso bromatológica, estuviera dada por el gobierno local. Una semana antes de empezar el mercado, el intendente cambió los estatutos, en el momento en que los íbamos a aprobar. Fue una reunión increíblemente tensa que generó rispideces hasta el día de hoy. Decidimos no empezar aquello que habíamos empezado a conversar. Y entonces, empezamos esta otra cosa…
Nosotros decidimos todo por asamblea, no hay comisión directiva. Si bien, por supuesto, como en todos los grupos, hay gente que tiene una palabra, ya sea por el ejercicio de la propia palabra, empieza a tener un peso distinto. Hemos puesto en los estatutos que las decisiones son por asamblea y lo seguimos manteniendo. Pasamos un momento de esplendor, de más de 100 puestos. Tenemos un estatuto que prevé que no está permitida la reventa, que los productos tienen que ser los productos primarios, está recomendado que sean agroecológicos. Y ahí aparece toda una discusión de cómo fiscalizar esa producción, y hemos tenido muchos problemas con eso. En la medida en que ha aumentado la demanda de productos orgánicos, también muchos productores mienten, esa es la verdad, la mentira. Entonces, bueno eso es un proceso muy largo. A algunos lugares hemos ido, pero también, como esto es todo autogestivo, ir a las parcelas de cada uno significa un viaje. No los que están cerca, pero los otros. Significa un tiempo y una enemistad, que no es menor.
Entonces, lo que hizo el intendente es armar otra feria, que está al lado de la nuestra, donde van todos los que no quieren someterse a una fiscalización. El intendente, a los que van a la otra feria, les pasa el tractor gratis, entonces eso genera un desgaste permanente. Nosotros hacemos el mercado en una canchita, que es la ultima canchita de uso público que queda en este pueblo, que cortando la ruta evitamos que se hiciera un edificio ahí. El pueblo se olvidó de manera, ¿cómo decir? Interesada. No existe en la memoria del pueblo que hicimos eso como mercado. Y la semana pasada, como para que se vea que este proceso de hostigamiento lleva 8 años, le acaba de dar el comodato del espacio a dos clubes de fútbol diciendo que es el deber del intendente promover los deportes, contener a la infancia, y ni nos nombra. Así, esta semana estoy recibiendo llamados desde muy temprano hasta muy tarde para ver cuál es la estrategia, porque, entre cosas, como decía antes, la pandemia y Macri, que en un proceso de 8 años son 6 años, es muchísimo, ha debilitado un montón el mercado. Entonces, no tenemos espalda para ponernos en pie de lucha. Estamos negociando porque si no nos van a comer.
¿Ustedes pertenecen a alguna organización de productores?
Hace 11 años nosotros empezamos a vincularnos de una manera más metódica con otros productores, hasta que logramos formar una asociación de pequeños productores. Hace aproximadamente 6 años presentamos un proyecto a Nación y pudimos comprar un tractor y eso aumentó un montón la superficie cultivada en este lugar, en este pueblo.
Ahora tenemos la suerte de que este pueblo es bastante heterogéneo, porque a veces pasa que en los pueblos los productores no tienen a quién venderle porque todos hacen lo mismo. Acá la desventaja es que, como está creciendo la ciudad, la ruralidad está en retroceso, y todavía está muy instalado que venga el mayorista y compre y levante toda la cosecha. Entonces, si bien eso genera menor ingreso, es mucho más cómodo. Por otro lado, hay algo mucho más sutil que tiene que ver con que los pequeños productores no se sienten tan cómodos de vender directamente. No les gusta vender, sienten que están perdiendo tiempo, no les gusta que se sepa que producen, no les gusta exhibir sus cuerpos productores, en resumen. Y eso es algo que es una frontera simbólica que, de a poco, se va derribando, pero que es un trabajo muy lento, que tiene que ver con que nosotros mostremos, si se quiere, el deterioro que significan los cuerpos agropecuarios y que para nosotros sea un orgullo, para nosotras también. Y es complejo, a todas nos pasa, entonces, encontrar que otras están en la misma situación, que una de a poco va mostrando que, bueno, que esta es la vida que elegimos o la que tenemos y esto genera en nosotros. Y la pandemia también, en algunos aspectos, vino a poner en valor la producción local.

¿Tienen vínculo con otros grupos u organizaciones?
En este mismo momento mi marido está en una reunión del consorcio de riego y formamos parte de una biblioteca popular, y formamos parte del mercado vaquereño y de la mesa contra la violencia de género, y bueno, de muchas construcciones, de círculos de mujeres y de un botiquín comunitario. Y la finca tiene su portón abierto todo el tiempo y esto explica muchas cosas ¿no? Hay como vasos comunicantes. Porque, para nosotros, lo agroecológico también tiene que ver con lo comunal, con lo vecinal. No toda la gente habla de comunidad, hay gente que habla de vecinos. Y bueno, pero es el mismo vínculo ¿no? La inmediatez en los vínculos para nosotros es también una tierra a abonar: en el ejercicio cotidiano del verse, del modificarse, del estar. Y en estos más de 25 años, le han pasado un montón de cosas a este lugar, no sólo a la finca, sino al pueblo, que nos han modificado y que a la vez nosotros hemos modificado. Es decir, desde muertes de padres jóvenes, hasta inundaciones, montones de situaciones en que hemos estado. Y ese estar va generando un ser,finalmente. Lo primero que uno hace es estar y después viene la reflexión. Para que, esto que decía al principio, en cada pueblo haya lo que nosotros consideramos que es un abono para una tierra que podrá cobijar a los que vienen, y si nosotros nos consideramos un abono tenemos que abonar todas las tierras.
PARTE V: LA POLÍTICA, EL ESTADO Y EL FUTURO
¿Ustedes consideran que lo que hacen es político?
Hay un principio rector que nos anima: todo lo privado es político. Todos los actos individuales se inscriben en una idea de mundo y, por lo tanto, son políticos. Así que nosotros creemos que nuestra forma de producir, de organizarnos, de estar en el mundo, es profundamente política, porque tiene que ver con una cosmovisión y entendemos que las cosmovisiones son políticas porque hablan de una organización social que las sustenta. Porque las cosmovisiones luego se transforman y son cosmopraxis, porque no hay cosmovisiones sin praxis.
¿Cómo conciben el Estado y cuál es su vínculo con él?
Estando acá en la finca, nos dimos cuenta de que no podíamos evitar reconocer la presencia del Estado como una construcción coercitiva en muchos aspectos. Con lo cual, asumiendo que tenía el Estado cierta potestad sobre la regulación del espacio público, que era muchas veces un lugar a donde nosotros queríamos y pretendíamos hacer nuestras acciones, tuvimos que empezar a tener un cierto diálogo. Por ejemplo, la recolección diferenciada de residuos se hace a nivel municipal, es el Estado local, entonces, bueno, después de varios años de estar acá, empezamos este diálogo. Fuimos muy señalados por el Estado local. No podría decir perseguidos por la estructura policíaca, pero sí perseguidos de una manera política, amenazados y vapuleados. Tuvimos problemas con eso, con el Estado local que es, creo, el estamento estatal donde uno puede desarrollar cierto vínculo concreto.
Y luego están los Estados Nacionales, que, bueno, son entelequias de alguna manera, que desarrollan políticas públicas fuera de escala de los territorios que se expresan muchas veces en movimientos contraproducentes para las propias causas que dicen enarbolar. Y ahí se generan situaciones muy complejas donde uno siente que tiene que pronunciarse a nivel nacional, porque eso es una divisoria de aguas en los territorios locales, pero que, luego, esas políticas públicas macro se expresan y se vehiculizan en los territorios a través de sujetos que no representan las ideas que dice el gobierno nacional que está esgrimiendo. Entonces, ahí uno está permanentemente enfrentado a paradojas estratégicas de, con quién me siento a conversar, con quién me alío, y muchas veces este disciplinamiento partidario genera muchos problemas en los territorios. Esto lo hemos hablado con muchas construcciones colectivas, y es algo que quienes estamos pensando en otro mundo en algún momento nos vamos a tener que sentar a pensar.
Estas grandes ideas de ¿la reforma se hace por dentro?, ¿se hace por afuera?, ¿ocupamos espacios?, ¿no ocupamos espacios?. Lo electoral dentro de las construcciones territoriales es algo que, en lo personal, yo he decidido no transitar, pero tengo gente muy cercana que sí considera que es desde adentro. Y muchas veces eso nos enfrenta a situaciones de mucho desgaste pero que, a la vez, si no tenemos cierto diálogo con el Estado nos atomizamos. Entonces, cómo lo hacemos, ¿no? Es una pregunta. Es decir, ocupamos espacios públicos, entonces ¿cómo hacemos para reconocerle al Estado esta potestad que tiene sobre el espacio público sin atribuirle la suma autoridad sobre su gestión? ¿Cómo hacemos para reclamar para nosotros, por ejemplo, programas de participación de presupuestos públicos a nivel local? Deberíamos poder pronunciarnos sobre eso.
Sólo que los Estados, a esta altura tampoco representan, ni siquiera, me atrevería a decir, con todo lo que puede implicar, las voluntades de la mayoría, y además me cuestiono si las mayorías siempre quieren lo mejor para todos. También me siento en la libertad de poder cuestionarme eso. No creo que lo cuantitativo siempre tenga que ser algo que para nosotros sea un dato por sí mismo, sólo me dice de la cantidad y no de la calidad de la decisión. Y a la vez, esto tiene una contracara problematizada de…. entonces, nosotros, individuos que nos problematizamos lo cuantitativo, ¿quiénes somos para creer que nos podemos cuestionar eso? También me lo pregunto y no tengo la respuesta. Sí creo que el municipio, hoy por hoy, es la última escala civil en donde se puede tener alguna injerencia de un mundo posible.

¿Cómo ves el futuro de la región y el rol de las organizaciones en ese futuro?
Cuando hablamos de región siento que hay distintos niveles de agregación. Hay una región que tiene que ver con lo que en ecología llamamos “la huella posible”, que son 30 km donde uno vive. Eso es una primera región, un círculo inmediato que uno eventualmente puede hacer a pie y ese es un lugar de modificación cotidiana y que a uno lo modifica cotidianamente, donde vive las consecuencias directas de acciones propias y de otros. El futuro de esta ecoregión yo la veo crítica por el crecimiento urbano absolutamente descontrolado, vinculado a los deseos personales de los inversores. Siento que va a haber muchos problemas vinculados al agua, acá y en un montón de lugares, pero acá no por la presencia o no de agua, sino por la accesibilidad, con lo cual es más paradójico y menos perdonable.
Luego, pensaba una región un poco más grande donde nosotros estamos muy conectados con las yungas bolivianas, en donde la frontera país no tendría demasiado sentido y no la sentimos ni nosotros ni un montón de otros. Estamos atravesados por las fronteras nacionales pero tenemos un sentimiento de monte, un sentimiento de los Andes húmedos, que son las yungas, en donde hay un vínculo que está dado también por muchas de nuestras construcciones colectivas con hermanos y hermanas de esas zonas.
Luego veo como región a nuestra América, que está tironeada como una usina de recursos naturales para un modelo neoliberal que va a llegar hasta la última gota de agua, hasta la última gota de lo que sea posible vender, y si seguimos teniendo sectores progresistas que ven a esto una solución económica me parece que no tenemos mucho de qué hablar. Eso lo veo peligroso, muy peligroso, porque, siento, y lo vemos, que están dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguir esos recursos. Ahí es donde creo que las organizaciones comunitarias locales son medulares, son cruciales, y tienen que estar organizadas, tienen que estar comunicadas entre sí, cosa que no hacemos mucho, de una manera que no sea virtual necesariamente.
Creo que tendríamos que reestructurar algún sistema de chasquis, y lo digo en serio, aceitado, constante, continuo, confiable. Me imagino un sistema de chasquis, donde los viajeros o las personas que se mueven por el territorio funcionen como vasos comunicantes entre los proyectos productivos. Las casas de semillas tienen que estar alimentadas en cada territorio por germoplasma garantizado de pequeños productores. Todavía tenemos errores graves en la producción de semillas a escala. Vuelvo a hablar de la escala porque no pueden ser sobrecitos testimoniales, eso son huertas urbanas, que está muy bien, pero luego no logramos poner una cantidad importante de soja, arroz o trigo agroecológico. La gente que se mueve en auto podría estar trasladando ese tipo de material. También como para sistematizar los procesos de cada finca, para que podamos tener de alguna manera manuales colaborativos de cómo es llevar adelante fincas en cada lugar, Y entonces el chasqui funcionaría, yo me lo imagino, como traslado de materia, que pueden ser semillas, incluso estacas, y escritos. Escritos que funcionen y que cada tanto nos planteemos por qué lo hemos pensado así. Tener encuentros bianuales donde se pueda hacer una abordaje de todas las experiencias. Y que podamos hacer censos propios. No sabemos cuántos somos, no sabemos qué producimos. Lo que está pasando ahora, creo que todos lo estamos viendo, es que estamos siendo cooptados por grandes capitales que ven que la agroecología termina siendo un plus para la venta de sus productos. Entonces, llega un momento en que nosotros dejamos de ser nosotros y nos transformamos en productores agroecológicos, y ahí desaparece todo lo que significamos como movimiento social. Entonces, el chasqui puede llevar adelante el testimonio, puede ir generando una base de datos física, porque también creo que no debemos olvidarnos que las redes son un soporte del capitalismo, que las podemos usar, pero no pueden ser lo único que tenga todos nuestros datos. Entonces, eso significa personas, personas en acción.
Y veo una Latinoamérica derechizándose producto de las grandes metrópolis. Ahí veo una disociación entre los sujetos urbanos y los sujetos campesinos. Tenemos otros proyectos políticos, sean conscientes o no, pero estamos pensando en mundos distintos. Y el enojo urbano creo que es una furia que no conoce límites y en eso lo siento peligroso. También por la vinculación que tienen con los estados centrales. Los aparatos represivos del estado, en el campo pueden hacer estragos de una manera mucho más barata que en la ciudad porque tienen que eliminar a mucha menos gente. Entonces, si no estamos organizados, si no estamos comunicados, estamos en problemas muy serios. Y creo que tenemos que derribar alguna frontera simbólica, como lo nativo, lo no nativo, lo criollo, lo aborígen, lo originario, el neocampesinado, los territorios tienen que emanar una suerte de pertenencia en donde nos tenemos que reconocer como pertenecientes. No importa si sos originario o no, pero pertenecés. Y ese pertenecer nos tiene que dar autoridad simbólica para poder pronunciarnos. Y nos tiene que permitir representar a los territorios, porque nosotros mismos, si no caemos en quién es el auténtico buen representante, y en esa discusión endogámica, viene alguien y compra medio pueblo. Entonces, después, si no tenemos territorio, no tenemos sobre qué discutir.

Mayo 2022
Vaqueros, Salta
Olga Lubel - Finca La Huella:
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